En el mejor de los
casos, las dietas tienden a ser diseñadas personalmente para cada persona ya
que cada una cuenta con un objetivo distinto. Independientemente de adelgazar o
aumentar masa muscular, se suele contar con un día libre donde uno pueda
consumir lo “prohibido” alrededor de 24 horas.
Es cierto que ninguna
dieta debería ser considerada como un castigo ya que más bien se trata de establecer un estilo de vida saludable porque su único y principal objetivo consiste en el buen comer.
Cuando se tratan de
eventos sociales o cenas familiares, el consumo libre nos beneficia porque
estamos engañando a nuestro organismo. De vez en cuando se recomienda consumir las
grasas saturadas y los azúcares porque lo necesitamos. Así tampoco limitaremos
nuestra digestión porque bajo un modelo estricto, podemos causar que nos caigan
mal cuando decidamos comerlos.
En un aspecto
negativo, la sensación de prohibición podría llevarnos a consumir mucho más de
lo que normalmente comeríamos en un día, he aquí el famoso rebote; y aunque
suene terrible, de un día para otro el cuerpo puede recuperar lo que se perdió
en la semana, por esa razón, se prefiere permitir de vez en cuando consumir lo
prohibido pero controladas raciones.
Es cuestión de formar
hábitos donde si se sufre, se puede optar por equilibrar la alimentación antes
de someternos al extremismo con ceros grasas o harinas. La dieta no puede ser
vista como algo temporal, debe sostenerse para siempre. Por tanto para que
privarnos de disfrutar del pecado por un solo día y especialmente en esta
navidad y año nuevo.
Esa trampa nos beneficiará
a cubrir los nutrientes que nuestro cuerpo necesita a carencia de no ofrecérselos
de manera habitual. Bajo esta disciplina, no caeremos en la tentación a gran
diferencia de cuando se pasa meses en negación. Si uno peca de ese modo, se
corre el riesgo de mandar a la basura todo el esfuerzo invertido porque
caeremos en la adicción.
Se recomienda
reservar nuestros excesos en fines de semanas para de esta manera coincidir con
nuestras salidas o comidas familiares. La idea es premiarnos con un acto de
motivación no volvernos víctimas de un tropiezo.
De acorde a los
expertos, se dispara nuestro metabolismo aumentando la producción de leptina quemándose
así muchas más calorías. Esta aceleración radica entre un 3% y 10% lo cual
puede ser un poco contraproducente dependiendo del alimento prohibido.
Curiosamente también
el limitar la ingesta de calorías, causa que nuestro metabolismo se haga lento
provocando una infelicidad en algunas personas al no detectar resultados. Precisamente aquél día de
antojos rompe esta cadena psicológica, regresándonos no sólo nuestra
tranquilidad sino motivándonos a seguir adelante.
Los psicólogos nos
recomiendan que no etiquetemos la comida como buena o malo, si pecamos, hay que
aceptar que comimos por ejemplo un trozo de pastel de chocolate con una bola de
nieve. Lo hecho está hecho y lo que sigue es continuar con las restricciones.
Obviamente lo más difícil
es pecar sin culpa, por tanto es necesario que lo renovamos de la ecuación y
simplemente lo disfrutemos. En caso de no poder reducir la culpa, se reocmienda
que aquel antojo sea alto en proteínas, carbohidratos, bajo en grasa y
azucares.
En conclusión todo
yace en una mentalidad calculada.
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